G.- Aplicación del Método Histórico - Cultural
Con el propósito de acreditar la aplicabilidad, pertinencia y utilidad del método de intelección estratégico propuesto, éste es sintética y ejemplarmente aplicado al campo cultural occidental. Tal como se lo propone, siendo un método útil para determinar estados sociales, es convicción que se revela como instrumento apto para lograr el objetivo de comprender de manera sustantiva la civilización occidental. Concreta y específicamente faculta para determinar los contenidos, significados y valores que definen el sentido del actual sistema cultural, el cual se materializa en la vida social cotidiana de los pueblos que la conforman.
Matrices del sistema cultural occidental.
Conforme al conocimiento histórico general, las matrices del sistema cultural y civilizacional de Occidente son:
- Cultura y civilización Egipcia
- Cultura y civilización Mesopotámica
- Cultura y civilización Persa
- Cultura y civilización Judía
- Cultura y civilización Islámica
- Cultura y civilización Griega
- Cultura y civilización Romana
- Cultura y Civilización Cristiana
En el tiempo, cada una de las culturas y civilizaciones indicadas verifica su ciclo de existencia, proyectando más allá de sí un contenido esencial, el que en distinto grado y forma se integra a la experiencia cultural de las siguientes. Por tanto, las culturas y civilizaciones egipcia, mesopotámica, persa, judía, islámica, griega y romana constituyen categorías metafísicas y experiencias sociales y políticas que, considerándolas a cada una en la correspondiente medida, sirvieron de fundamento para la expresión original de la cultura y civilización cristiana. Así, en conjunto, todas ellas pasan a constituir matrices o fundamentos de la cultura y civilización occidental.
Constituyendo un gran período histórico, el curso general de la cultura humana se desarrolla de Oriente a Occidente. En este proceso de tránsito, los sistemas culturales y civilizacionales fundantes conforman, a causa de su particular orientación, los ejes que constituyen la esencia de Occidente, entidad que asume el desafío de vivir plenamente la tensión entre el orden del espíritu y el orden del mundo. Independiente del momento en que verifican su aporte, las culturas egipcia, mesopotámica, persa, judía e islámica, forman la tradición de la vertiente religiosa que constituye a Occidente, mientras la vertiente cultural greco – romana proyecta la tradición de la filosofía y el derecho como elemento configurador de Occidente, impulsos fundamentales que el cristianismo racionalizará, formando la base compleja y original de la llamada civilización occidental.
En este contexto, debe advertirse cómo en el seno de cada matriz cultural, gradual y progresivamente emergió un principio metafísico que anticipaba el tiempo por venir. Se trata de un principio metafísico que, tras madurar, cristalizará y generará una creencia que se agregará como factor constituyente del devenir histórico. Será así como en el campo del politeísmo se engendrará el monoteísmo. Del mismo modo, en el campo del monoteísmo se forjará el antropocentrismo y, en este ámbito, se establecerá el estructuralismo. Esta constante histórica resulta ser una consideración vital para el proceso de intelección estratégica de los sistemas culturales y civilizaciones en sus ámbitos culturales, sociales, económicos y políticos.
Evolución del Sistema Metafísico Occidental. En el marco de un intenso proceso de definiciones fundamentales, el cristianismo consolida un sistema cultural y civilizacional fundado en un orden teocéntrico que afirma los principios de humanidad, razón y libertad como categorías esenciales. Serán éstas las categorías metafísicas que esencialmente constituirán al mundo de Occidente.
Sin embargo, asumiendo un impulso históricamente subsistente, en el marco de la cultura cristiana, emergen y se proyectan potentes fuerzas que procuran una absolutización de tales principios metafísicos (humanidad, razón y libertad). Este accionar radical desencadena una dinámica que provoca graduales pero progresivas rupturas sustanciales con las premisas metafísicas del cristianismo y, simultáneamente, engendra un nuevo orden cultural. Así, se actualizarán categorías filosóficas históricas, sobreviniendo y sucediéndose distintos sistemas de pensamiento, los cuales van modificando la constitución cultural de Occidente. El cambio de la integridad categorial gesta nuevos sentidos y, por ende, engendra nuevas realidades.
Aún más, el complejo metafísico que se va estructurado en el transcurso de los siglos de la modernidad, decantará y producirá las consecuencias ideológicas que le son propias, conduciendo a la subordinación y abandono de las categorías constitutivas del cristianismo, y a la simultánea entronización de principios metafísicos que implicarán, primero la absolutización del hombre, su razón y su libertad, para luego, devenir en su aniquilación y superación por la estructura. Este proceso se lleva a cabo de modo tan conciente e intencional, que se explicita a sí mismo como constituyente de un nuevo sistema cultural y civilizacional.
En tiempos de la modernidad se configurarán múltiples sistemas de pensamiento, cada uno de los cuales constituye un sistema en sí mismo, distinto de los demás, y que operan como prismas a través del cual se aprecia diferenciadamente la realidad. Cada uno de ellos implica un modo distinto de ver, valorar y vivir la realidad. Ya lo indicaba Aristóteles: “El ente se dice en varios sentidos”.
En realidad, aunque serán expuestos como novedosos y de hecho provocarán tremendos impactos, estos sistemas de pensamiento no se plasman como sistemas metafísicos originales ni puros. En rigor, corresponden a formulaciones históricas previas que se actualizan y adaptan a las condiciones del tiempo en que se expresan. Asimismo, constituyen síntesis discursivas que articulan categorías metafísicas preexistentes, sólo que mezcladas en proporciones distintas.
Evolución del sistema metafísico occidental
En esta perspectiva, en el marco del sistema cultural y civilizacional del cristianismo, esto es, en el campo de Occidente, se proyectarán los siguientes sistemas filosóficos:
- Realismo Metafísico
- Humanismo Racionalista
- Racionalismo
- Empirismo
- Idealismo
- Positivismo
- Naturalismo
- Materialismo
- Utilitarismo
- Pragmatismo
- Vitalismo
- Voluntarismo
- Fenomenología
- Existencialismo
- Estructuralismo
- Deconstruccionismo
De esta forma, no es posible comprender cabalmente la historia y realidad de Occidente, al margen de los influjos de estos múltiples sistemas de pensamiento. Si bien formalmente se habla de la “civilización cristiana occidental”, en rigor, los acontecimientos devenidos en el tiempo de la modernidad, no corresponden sino a las consecuencias que derivan de la primacía de los sistemas de pensamiento que importan un grado de ruptura, parcial o total, con los principios del cristianismo. Si bien es el cristianismo quien inaugura la modernidad, ésta va adquiriendo su naturaleza y carácter en la medida que se suceden las categorías de creencia que imponen las racionalidades que rompen con los principios y valores del cristianismo.
Como se ha indicado, las acciones humanas de cada tiempo, son rigurosa expresión de las categorías metafísicas que las informan. La racionalidad de la acción queda definida por la razón metafísica que la configura. En razón de lo expuesto, es convicción que no es posible realizar un proceso de intelección íntegra y estratégica de la realidad cultural, social, económica y política de un tiempo y espacio determinado, aún en su situación más simple y contingente, al margen del estadio cultural histórico – cultural en el cual acaece. Ello por cuanto el sentido de la acción humana está referido a su contenido y significado, el cual es informado por el espíritu de la época en que esta tiene lugar.
La realidad presente, y ciertamente la futura, es compleja en tanto es conformada por la concurrencia simultánea e interacción sistemática de múltiples sistemas de pensamiento que pugnan por el predominio social, pues cada uno se autoconcibe como criterio de bien y verdad. Así, no es posible aprehenderla, comprenderla y explicarla racionalmente sin una determinación rigurosa de los contenidos, significados y valores que determinan su sentido.
En el libro décimo de “La República o el Estado”, Platón precisa: “Cada cual es responsable de su elección, porque Dios es inocente”. Agrega Platón: “Cada uno de nosotros, despreciando todos los demás estudios, debe dedicarse sólo a aquel que le haga conocer al hombre cuyas lecciones puedan ponerle en estado de discernir las condiciones dichosas y desgraciadas y escoger siempre la mejor”. Al respecto, Johann Gottlieb Fichte apuntaría reveladoramente: “La filosofía que se elige depende del hombre que se es”.
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