G.1.5. Cultura y civilización islámica.
xxx
En el siglo VII después de Cristo se produjeron tres acontecimientos que formaron el contexto en el que tuvieron lugar las revelaciones del Islam. Desde el punto de vista político, Oriente Próximo era cada vez más inestable y las tribus árabes locales estaban cada vez mas intervenidas por poderes extranjeros. Desde el punto de vista cultural, el desarrollo de una lengua poética común empezó a unificar tribus distantes en el ámbito político. Por último, desde el siglo V se gestó una significativa transición religiosa ya que formas de henoteísmo o incluso de monoteísmo empezaron a aparecer en el sur y en Hejaz, donde el dios guerrero Hubal era venerado en La Meca a nivel intertribal, sin perjuicio del entorno del judaísmo en Yemen y del cristianismo en los estados del norte y enclaves aislados como Najran.
En este contexto, superando los “tiempos de ignorancia” (yahiliyyah), en el siglo VII de nuestra era nace una nueva religión y un nuevo imperio que transforma gran parte del mundo. Esta religión tiene su origen en la península arábiga, territorio desértico habitado por tribus nómades, el cual está referido como el lugar del “desierto del mar... tierra horrenda” (Isaías, 21:1). Los grupos primarios eran semitas y contaban con una organización política tribal basada en una familia regida por la autoridad patriarcal de un “Sheik”. Viviendo los árabes de las costas de las faenas agrícolas y del comercio y los del interior del pastoreo semi nómade, si bien habían recibido alguna influencia de la religión judía y cristiana, antes de Muhammad éstos eran incrédulos (kafir) o politeístas (mushrik), los cuales adoraban las fuerzas de la naturaleza, creían en genios invisibles que intervenían en todos los actos de los hombres y veneraban también una piedra basáltica negra, aerolito que era tenido por piedra sagrada venida del cielo y que tenía su principal santuario en La Meca (Kaaba, cubo).
Pero entre los años 570 y 580, en el seno de la tribu hachemita y el clan de los BanuHashim, nace en La Meca (Makkah) el niño Abu l-Qasim Muhammad ibn Abd Al-lah ibn Abd al-Muttalib ibn Hasim, llamado Muhammad (Mahoma, Ahmad). Muhammad queda huérfano a los seis años y, tras crecer, dedicarse al comercio y fundar una familia, comenzó a tener visiones y revelaciones a través de las cuales llegó al convencimiento de que había sido elegido como profeta del único dios verdadero, Allah. A partir del año 610 Muhammad inicia la prédica de sus ideas religiosas y postula que los ídolos deben ser destruidos ya que existe un solo Dios. Su discurso despertó fuerte oposición, siendo rechazado y perseguido en La Meca, debiendo huir a la ciudad de Yatrib (Medina) el año 622, momento en que se inicia la hégira, la cual da comienzo al calendario musulmán. El profeta consolida su posición en esta ciudad, se convierte en un jefe guerrero y retorna victorioso a la Meca el año 630, imponiendo gradualmente su autoridad y su religión. La Kaaba fue purgada de ídolos y quedó como santuario central de la nueva fe, siendo Muhammad seguido por los fieles de su doctrina, los cuales tomaron el nombre de musulmanes.
A su muerte, dos años más tarde (632), Muhammad deja a un país totalmente transformado, pues había constituido una nación fuerte, unida por el fervor de una fe común y había logrado realizar la unidad política de Arabia. Aún más, su religión ya se había impuesto en la mayor parte de Arabia y sus seguidores perseverarían, aún escindidos en diferentes vertientes. Los sucesores de Muhammad, los Califas o jefes políticos y suprema autoridad religiosa, en menos de cien años habían conquistado un inmenso imperio que se extendía desde España (ocupada durante ocho siglos), pasando por el norte de África, hasta el Asia Menor. En 1453 cayó Constantinopla en manos del sultán otomano Mohammed II, señalando el fin del Imperio bizantino. Así, la iglesia de Santa Sofía se convirtió en la mezquita mayor de Estambul. La penetración islámica en el corazón de Occidente sólo había sido militarmente contenida por Carlos Martel en la Galia el año 732 d.C. (Poitiers) y en Viena, Austria, durante 1529.
xxx
El Islam se constituye cual religión monoteísta revelada que informa y configura un sistema cultural y civilizatorio. Presentando como toda religión una dimensión exotérica (záhir) y una dimensión esotérica (bátin), el Islam afirma plena fe en un solo Dios uno, único, omnisciente y todopoderoso, llamado Allah. Es un único absoluto al que no puede asociársele nada ni ser representado con imagen alguna sin cometer idolatría (shirk). Por tanto, el conocimiento y la creencia en Allah constituyen el genuino fundamento del Islam.
La palabra Islam deriva de la raíz árabe “slm”, que significa paz, pureza, sumisión, salvación y obediencia a Dios, y del que deriva también el nombre “musulmanes” (siendo absolutamente impropia la denominación de “mahometanos”). Entiende el Islam que sólo a través de la sumisión a la voluntad de Dios y por la obediencia a su ley, el hombre puede alcanzar la verdadera paz y gozar de la perenne pureza. En definitiva, ante el designio de Allah, el hombre debe cumplir incondicionalmente con sus designios y aceptar su destino (kismet). Ello por cuanto el Islam estima que la creación de Allah encuentra sentido pleno en que la vida sigue un fin sublime más allá de las necesidades físicas y las actividades materiales del hombre.
Conforme a esta creencia, es Allah quien revela a Muhammad la fe verdadera, acto concebido como culminación de las revelaciones dadas por Allah a los hebreos y a los cristianos de la antigüedad, los cuales habrían violado el pacto con Dios al calumniar los primeros a María y a Jesús, como así también los segundos al elevar a Jesús a igualdad con Dios en la Trinidad (gente del libro). Por esta razón el Islam se concibe a sí mismo como último llamado a la salvación de toda la humanidad. Con tal fundamento, las fuentes de la doctrina y práctica del Islam son el “Corán” y la “Sunnah”, así como la conducta ejemplar del profeta Muhammad.
xxx
Los musulmanes consideran el Corán como la palabra de Allah revelada a Muhammad por medio del arcángel Gabriel (Yibraíl). Su autor es Allah mismo, razón por lo que el Corán es increado, eterno, infalible, inimitable e irrefutable, siendo sólo posible traducir el sentido de sus palabras para la enseñanza de la fe. La palabra Corán procede del árabe al-qur’an, la lectura o recitación. Recoge las revelaciones de Allah a Muhammad durante los casi veinte años de vida profética, estando dividido en 114 suras (capítulos) y más de 6.200 aleyas (versículos). En el tiempo, el texto del Corán se ha mantenido íntegro, sin adiciones ni alteraciones. Se estima que el Corán en sí es el milagro exigido en otras religiones y todos los musulmanes están obligados a conocerlo y seguirlo. Por extensión, el Corán actúa cual instrumento de unión entre los musulmanes. Conforme al Corán, todos los creyentes son hermanos, sin consideración de color, raza, género y posición social. Independientemente de sus diferentes fundamentos sectarios y culturales, todos los musulmanes se refieren al Corán como guía divina para regir sus vidas. Advierte el mismo Corán a sus creyentes que, si ellos disputan unos con otros, se debilitarán y por consiguiente serán derrotados.
La “Sunnah” o tradición profética es la segunda fuente esencial del Islam y está compuesta por el “Hadiz” (hadices) o conjunto de narraciones que explican hechos, dichos y silencios o aprobaciones tácitas del Profeta, según testimonios contemporáneos. La Sunnah se interpreta como “camino por donde transitan los que quieren obrar correctamente”, que además es fiel esclarecedora de los valores de la vida y del régimen para la felicidad del ser humano. Entre los “sunnitas”, esta relación de testimonios verídicos y fiables tienen que remontarse al propio Profeta o a sus compañeros, mientras que para los “shiítas”, que también tienen como norma jurídica las enseñanzas derivadas de la vida de Alí y los Imames, es suficiente con la autoridad de uno de éstos. A diferencia del Corán, que fue memorizado por muchos seguidores de Muhammad y pronto fue compilado en forma escrita, los “Hadit” fueron transmitidos oralmente y las actuales colecciones autorizadas datan del siglo IX. A diferencia del Corán, el “Hadit” no es considerado infalible.
La doctrina del Islam está básicamente contenida en la “shahada” o confesión de fe que reza: “La iláh illa Allah. Muhammad rasül Allah” (No hay más divinidad excepto Allah. Muhammad es el mensajero de Allah).
El Islam también proclama fe en los profetas (Adán, Noé, Abraham, Ismael, Moisés y Jesús junto a otros 124 mil profetas) y, sobre todo, Muhammad, el “hombre perfecto” (Insán Kamil) y último mensajero de Allah; fe en los ángeles en tanto seres puramente espirituales; fe en la trascendencia e inmortalidad del alma; fe en la existencia de un paraíso reservado para fieles (jardín delicioso con los más exquisitos placeres), purgatorio (barzakh) e infierno con sufrimientos sin fin para injustos e infieles; fe en el día del juicio final y la resurrección; fe en el hombre en cuanto ser libre y responsable, dignificado y potencialmente capaz de alcanzar logros buenos, dignos y nobles. En esta perspectiva, el Islam niega el pecado original o idea de delito hereditario. El Islam afirma que los seres humanos nacen libres de pecado y todos reclaman la virtud heredada. Sostiene que el hombre no sólo está libre de pecado hasta que lo comete, sino que es libre de hacer cosas de acuerdo con sus planes bajo su propia responsabilidad. De este modo, se afirma que la fe en el Islam es un estado de felicidad.
xxx
El Islam considera que la fe no es íntegra cuando se sigue ciegamente o se acepta con dudas. Si la fe debe inspirar la acción y ambas han de conducir a la salvación, la fe debe basarse en convicciones inconmovibles, sin decepción o coacción alguna. El musulmán debe construir su fe sobre convicciones bien asentadas, fuera de toda duda y por encima de la incertidumbre. Entonces, el Islam insta al ser humano a perseguir la verdad indiscutible hasta encontrarla. Para el establecimiento de una fe sobre bases firmes, el Islam implica tanto un enfoque espiritual como un correspondiente sustento racional. Así, la fe islámica tiene una racionalidad profunda y ésta una espiritualidad inspiradora.
Al sostener el Islam la idea de Dios uno y único, por extensión necesaria establece una comprensión unitaria de la realidad. No siendo facultad del hombre escindir la realidad una y única creada por Dios, y no existiendo separación entre alma y cuerpo, el Islam se estructura a partir de una idea de plena unidad o indisociabilidad del mundo físico del mundo metafísico, esto es, de completa unidad entre religión y vida. Por tanto, el “Corán” o texto sagrado no distingue entre mundo del espíritu y mundo social. Por tal causa, el Corán interviene el orden humano en tanto ley espiritual - religiosa y mundano - político a la vez. La religión alcanza así pleno sentido ya que no corresponde sólo a una necesidad espiritual e intelectual, sino también a una necesidad social y universal. De hecho, la religión no procura privar de nada útil al hombre, sino proveerle del criterio sano para la acción correcta hacia el bien. Por lo mismo, la relación es directa entre Allah y el fiel. Siendo Allah el Dios Sabio (Hakim), todo lo hace con un propósito exacto y cuidadoso. De esta forma, intelecto y revelación no se contradicen entre sí.
La creencia en los principios del Islam cristaliza en los principales actos de adoración obligatorios para todos los musulmanes. Estas prácticas corresponden al “Salat” o cinco oraciones diarias orientados hacia La Meca (Mákka; Zhuhr, del mediodía; Asr, de la tarde; Magrib, del ocaso; Isha, de la noche; Subh, de la mañana); el “Saum” o ayuno o purificación en el mes de Ramadán; el “Hayy” o peregrinación a La Meca, al menos una vez en la vida; el “Zakat”, gravamen religioso que implica dar parte de los ingresos y bienes, forma de impuesto al que el pobre tiene derecho; y el “Jihad” o lucha por la causa de Allah, que implica lucha interior y esfuerzo de seguir el sendero de Allah, implicando el proceso de reformar el mundo mediante la afirmación y defensa activa de la fe. La lucha por la causa de Allah comienza en el alma del “muyahid” (el que lucha), quien alcanza mérito en tanto se vence a sí mismo y sirve a Dios. El Islam enseña que “paz no es sumisión”, ya que implica una coexistencia honorable con otros, no una condición deshonrosa para una de las partes de una relación. El musulmán está obligado a recomendar lo bueno y prohibir lo malo, ya que no puede ser indiferente a lo que sucede en su entorno. Asimismo, el ordenar el bien implica vedar y combatir el mal. Parte de las responsabilidades sociales del musulmán consiste en aconsejar y orientar a los responsables de toda contravención de los valores religiosos y humanos, hacia la realización del bien y contra la perpetración de actos malos y pecaminosos. El Islam prohíbe la imposición en materia de religión.
xxx
Fundamental es en la creencia musulmana la certeza de que la comunidad islámica la constituyen los creyentes en Allah, es decir, todos aquellos llamados a conformar a toda la humanidad como la “ummah” universal de los sometidos a la voluntad única de Allah. El Islam realiza sus ritos en los templos llamados mezquitas, sigue un calendario lunar y su día de congregación es el viernes.
La principal fuente del derecho islámico es el Corán. La ley coránica (fiqh) reglamenta la vida del musulmán en su triple calidad de creyente, hombre y ciudadano. El “fiqh” es pues un Derecho revelado y es inmutable pues su fuente es la misma sabiduría divina. No obstante, la experiencia permite su interpretación. Como segunda fuente del derecho islámico actúa la “Sunnah” o tradición profética. Cuando las normas coránicas y las tradiciones de la “Sunnah” no son suficientes para determinar una norma, el Islam también considera como tercera fuente del derecho la opinión de expertos (ijtihad) derivada de razonamientos analógicos (qiyás). Como cuarta fuente del derecho el Islam asume el consenso de la comunidad (ijma), el cual se logra descartando de forma gradual determinadas opiniones y aceptando otras en un proceso de largo tiempo.
La “Sharia” es la ley sagrada y canónica basada en el Corán y reglamenta toda la vida religiosa, social y política del mundo musulmán pues define los objetivos morales de la comunidad. La “Sharia”, que significa “camino que conduce al abrevadero” o “senda que han de seguir los musulmanes”, clasifica las acciones humanas en cinco categorías, en las cuales cada actividad es valorada según los efectos positivos o negativos que produzcan en el hombre y sus múltiples relaciones. Se refiere a los actos permitidos (mubah); los actos recomendados (mustahabb); los actos desaprobados pero no prohibidos (makruh); los actos prohibidos (haram); y los actos obligatorios (wayib). Esta clasificación tiene por objeto asegurar el bienestar del ser humano, en resguardo de su seguridad en este mundo y en el otro, protegiendo así también a la sociedad contra el desorden y el caos. El Islam procura así garantizar la salud mental y física tanto del individuo como de la sociedad. Como contrario a lo lícito (halal), el Islam declara “haram” (prohibidos) el politeísmo, la opresión, la usura, el monopolio, la estafa, el robo, la mentira, la maledicencia, el falso testimonio, la blasfemia, el soborno, el homicidio, los juegos de azar, la pornografía y comer cerdo o carne animal no habiendo sido sacrificados en nombre de Dios, entre otras prácticas. El Islam afirma que para cada acción humana hay un juicio divino (hukm).
Los “ulemas” son estudiosos del Corán encargados de la predicación, además de actuar como intérpretes autorizados de la ley, a los que pueden recurrir los creyentes. Entre los “ulemas” ocupan una categoría especial los “mufties” o intérpretes de la ley encargados oficialmente de dar soluciones a los problemas o dudas que se les planteen. El “cadi” o juez, titular de un juzgado, es escogido entre los “ulemas”.
xxx
El Islam reconoce asimismo cinco escuelas jurídicas fundamentales, cuatro sunitas y una shiita. Las sunitas surgieron en los dos primeros siglos del Islam y corresponden a las escuelas “maliki”, “hanafí”, “shafíi”, y “hanbali”. Los shiitas tienen una escuela jurídica propia llamada “yafari”, en honor a su sexto Imam. Estas escuelas difieren en el énfasis que ponen en la autoridad textual o en el razonamiento analógico, pero cada escuela reconoce las conclusiones de las demás como legítimas y dentro de la ortodoxia islámica.
La escuela “maliki” creada en Medina por el Imam Malik ibn Anas (m. 795), se propuso conservar puro el legado de la época profética, admitiendo recurrir, además del Corán, a la “Sunnah”, procediendo a coleccionar la tradición en el libro “Al-Muwatta”. La opinión de cada uno de los jueces medineses se considera fuente indiscutible de ley por sí misma, con lo cual se valora extraordinariamente la “Sunnah” profética. No obstante, piensa esta escuela que el creyente puede seguir con libertad la opinión o sentencia que más le parezca dentro de estas fuentes legislativas. La escuela “hanafi” fue constituida por Abu Hanifah (m. 767) y toma como base al Corán y compara las sentencias de los jueces buscando analogías, con lo que valora el razonamiento individual (rai) como fuente de la ley, permitiendo seleccionar la mejor sentencia. Esta actitud disminuye el valor de la “Sunnah” puesto que el creyente debe seguir siempre la mejor sentencia, prescindiendo o relegando a un segundo término las restantes relativas al objeto considerado. Luego, la actitud selectiva personal quedó restringida, por obra del mejor discípulo de Hanifa, Abu Yusuf (m. 798) a los casos jurídicos estrictamente necesarios.
La escuela “shafii” es aquella derivada del jurista árabe al – Shafii (m. 820), quien sistematizó las fuentes del derecho y dio valor al consenso comunitario. La escuela “hanbali”, ideada por un discípulo de al - Shafii, el Imam Ahmad ibn Hanbal (m. 855), asumió en parte la tendencia literalista (escuela “dahirí”) y corresponde a la escuela más rigorista y la que menos se presta a interpretaciones libres del derecho coránico. Sólo acepta el Corán y la “Sunnah”, procediendo a rechazar la analogía y reduce la validez del “ijma” al caso del consenso unánime de los compañeros directos del Profeta. Siendo Hanbal partidario de una única práctica jurídica, limitó a situaciones absolutamente imprescindibles el recurso a la opinión personal y a la analogía, procederes susceptibles de introducir innovaciones que se apartasen del estricto contenido del Corán y de la “Sunnah”. Fue a partir de esta escuela que el rigorista Ibn Taymiyyah, sentó las bases de la doctrina “wahhabi” (Abd al-Wahhab, 1792).
Por su parte, la tradición shiita postula la escuela de jurisprudencia del Imam Ya’far AsSadiq, sexto Imam de los musulmanes. Su escuela es llamada “yafari” (ya’farita, yafariyyah). En esta escuela se considera que el indicio del intelecto en la jurisprudencia se restringe al sabio religioso (muytahid), quien a través del estudio de las diferentes disciplinas alcanza el nivel para deducir los juicios de la ley islámica a partir de indicios particulares para cada caso. La doctrina shiita establece que cualquier juicio que sea hecho por la razón es hecho por la ley religiosa o “Sharia”, y cualquier juicio hecho por la ley religiosa es aprobado por la razón. Por tanto, la aprobación de la razón con respecto a un tema práctico puede tomarse como una prueba de su legalidad en la “Sharia”.
xxx
Cada musulmán debe pertenecer a uno de estos sistemas mayoritarios de interpretación de la “Sharia” y seguir su normativa. Cada escuela tiende a ser hegemónica en determinadas regiones del mundo. La escuela “maliki” en el norte de Africa, habiendo influido originalmente en España. La escuela “hanafi” en el subcontinente indio, Asia central, Turquía, la India islamizada y en cierta medida en Egipto, Jordania, Siria, Irak y Palestina. La escuela “shafi” ejerció influencia en el sureste asiático. La escuela “hanbali” influyó originalmente en Siria y Mesopotamia, proyectándose luego a Arabia Saudita.
La teología islámica (kalam) recoge las verdades desde las fuentes de la revelación. La teología sigue en importancia al Derecho en el Islam. Los debates teológicos comenzaron muy poco después de la muerte de Muhammad. Las escuelas teológicas que surgen se proyectan en actitudes religiosas y políticas.
El primer conflicto se suscitó a causa del asesinato del tercer califa, Uthman ibn Affan, surgiendo la cuestión de si un musulmán seguía siéndolo después de cometer pecados graves. Los “jariyies” (jarichies) sostuvieron que la comisión de pecados graves, sin el debido arrepentimiento, excluía a un musulmán de la comunidad islámica, aún cuando continuara cumpliendo los artículos de la fe. Por tanto, las buenas obras y no sólo la fe eran esenciales para el Islam.
A instancias de Wasil ibn Ata se constituyó luego la escuela teológica de los “mutáziles” (mu’tazilitas), la cual subrayó la razón y la lógica rigurosa. Afirmando la absoluta unicidad y justicia de Allah, no admitieron la posibilidad de atributos en Allah. Sostuvieron que Allah era pura esencia, carente de atributos, puesto que éstos implicaban multiplicidad. Propiciaron además el libre albedrío en el hombre. Establecieron que la justicia divina requiere del libre albedrío del hombre, puesto que si éste no fuera libre para elegir entre el bien y el mal, premio y castigo serían absurdos. Además, Allah, al ser perfecto y justo, no puede abstenerse de recompensar el bien y castigar el mal. Alegaron que la moral, así como el castigo y la recompensa, están basadas en el libre albedrío. Si se pierde la libertad, resultan sin sentido la obligación religiosa y la responsabilidad. Afirman que algunos actos son esencialmente justos y algunos intrínsecamente injustos. Como racionalistas, los motáziles sostuvieron que la razón humana sirve para distinguir el bien y el mal, aunque pueda recibir ayuda de la revelación. En caso de que una persona hubiera cometido un grave pecado sin arrepentirse, ésta no era ya ni musulmán ni no musulmán, quedando por tanto en una condición intermedia.
Habiendo sido establecida la teología de los motáziles como credo oficial, en el siglo X sobreviene una reacción, dirigida por al-Ashari. Se conforma así la escuela teológica “asharita” (ash’aritas). Los “asharitas” niegan la plena libertad del libre albedrío, considerando este concepto incompatible con el poder y la voluntad absoluta de Allah. Admiten que el hombre tiene un albedrío libre, con el cual puede tomar una decisión, pero ésta va acompañada o es seguida por el acto realizado mediante la voluntad de Dios. Rechazaron asimismo que la razón natural humana pudiera conducir al conocimiento del bien y del mal, pues las verdades morales son establecidas por Allah y sólo pueden conocerse a través de la revelación divina. Los asharitas creen que ningún acto es intrísecamente injusto. El pensamiento “asharita” predominó entre los musulmanes conservadores.
También se constituyó la escuela “cadari”, defensora de la libertad humana frente a la predestinación y partidaria del libre examen por oposición a los predeterministas rigurosos. Esta escuela constituyó en rigor la primera escuela filosófica. Además se constituyó la escuela “axari”. El Islam, con originalidad va acumulando elementos de las fuerzas espirituales que encuentra a su paso. De este modo completa y perfecciona su propio acervo espiritual. Sin embargo, en un momento procede la capitulación, en que se trata de coordinar esfuerzos dispares para la coherencia, armonía y progreso del sistema religioso. Esto por cuanto es necesario distinguir la heterodoxia de la ortodoxia. A comienzos del siglo X, es un miembro de la escuela “mutázila”, al-Axari (m. 936), quien se aparta de su maestro Al-Jubbai (m. 915) y procura conciliar la tradición y esencia del Islam profético aprendido de ibn- Hanbal, con la aplicación del método racional de los “mutazilíes” a los estudios teológicos, buscando un camino intermedio que pueda considerarse recto, ortodoxo, aceptable para el Islam “sunní”. La síntesis conciliadora de al-Axari admite el carácter increado del Corán que le lleva a aceptar la existencia en Allah de atributos eternos, explícitos en el libro sagrado. La libertad humana queda determinada por la creencia de que Allah crea el acto y el hombre se limita a cumplirlo, pero no la causa. En la representación de Allah tiende al antropomorfismo, pero considera que el sentido total de las expresiones coránicas relativas a Allah escapa a la inteligencia humana. Esto equivale a que al-Axari aplica un método progresivo a las enseñanzas de a escuela hanbali. En el aspecto jurídico, en cambio, al-Axari sigue la escuela “xafei”, ecléctica también. En términos generales se considera a al-Axari como fundador de la teología escolástica islámica, en tanto preparó el camino para la conciliación entre la ortodoxia islámica y la filosofía griega.
xxx
Con todo, las dos principales tradiciones del Islam son la “sunna” y la “shia”. Los musulmanes de la corriente principal, conocidos como “sunníes” (sunitas) o “seguidores de la sunna” (gente de la tradición de la comunidad) distinguen entre autoridad política designada por la comunidad y representada por los califas, y autoridad espiritual, representada por los intelectuales religiosos (ulama). En cambio, los “shiies” (shiitas, de shi’ah o grupo de seguidores, gente de la casa del Profeta) creen que la autoridad política y espiritual están ambas unidas y personificadas en el Profeta, razón por la que fue transmitida primero a Ali y, después, a través de él y de su esposa Fátima, única hija del Profeta, a los “Imames” (guías).
El Islam shiita establece que la posición del sucesor de Muhammad es una posición divina que recae en una persona infalible e inmaculada de pecado y error. Así, tal como Muhammad fue elegido por Dios, su sucesor el Imam también debe ser elegido por Dios y posteriormente hecho conocer por el Profeta. Por tanto, como lo establece el shiismo, el sucesor inmediato de Muhammad fue Ali. Concretamente, el Islam “shiita” afirma como pilares de la fe la creencia cierta y segura en la unicidad de Allah (At – Tauhid); la justicia divina (Al – ‘Adel); el profetado, que anuncia a la humanidad (An – Nubúah); el Imamato, que guía a la humanidad (12, Al – Imámah); y el retorno o camino hacia la fuente que es Dios (Al – Ma’ad). Además, para el Islam shiita, la “Sunnah” o tradición profética incluye tanto la “Sunnah” del Profeta Muhammad, como la de su descendencia, quienes son considerados como los herederos del conocimiento y quienes perpetúan su misión presentando y explicando las enseñanzas islámicas exactamente de la forma que fueron reveladas a Muhammad. El Imam, por su propia condición, es el único designado por la luz divina para explicar la ley de Dios; ante él, ni el mejor gobernante tiene legitimidad absoluta. La literatura de los Imames sobre los temas éticos constituye una guía para la visión islámica respecto de los temas éticos. Los shiitas afirman que el intelecto y la razón constituyen una fuente fiable de conocimiento, y que se encuentran en completa armonía con la revelación. En este sentido, la libertad del ser humano es un lógico corolario de la justicia divina.
No obstante, no todos los “shiitas” coinciden en cuál es la línea de descendencia que se debe seguir, siendo los principales grupos los “zaidíes” (Zaid ibn Ali, el Imam puede ser cualquier musulmán devoto descendiente de Alí), los “duodecimanos” (reconocen una línea de doce Imames, desde Ali, pasando por sus hijos Hasan y Husayn, hasta Muhammad al Muntazar, el cual creen que se ocultó del mundo y reaparecerá al final de los tiempos para cumplir la misión asignada al Mahdi y traer justicia a la tierra) y los “septimanos” (llamados “ismailíes” por Ismail ibn Giafar, creen en una línea de siete Imames que finalizó con la ocultación de Ismael). Para los shiitas, junto con La Meca, las ciudades de Kerbala y Nagiaf son centros de peregrinación sagradas, por estar allí depositados los cuerpos de Husain y Ali.
Si bien los “sunnitas” y “shiitas” constituyen las tradiciones principales del Islam, también han existido y perviven muchas otras. Ejemplarmente cabe consignar la existencia histórica de los “jariyies”. En el siglo VII, los “jariyíes” protestaron contra el hecho de que la dignidad califal fuera detentada por una tribu o por una familia, considerando que el sucesor del Profeta debía eligirse al más digno, fuera quien fuese. Además, negaron que el Corán fuese un libro increado como que los musulmanes pudiesen salvarse sin practicar buenas obras, es decir, sólo con la fe y la intercesión de Muhammad. Los “jariyies” llegaron a considerar impías a todas las autoridades políticas musulmanas, siendo perseguidos por tal causa. Una facción más moderada de “jariyíes”, los “ibadies” (ibaditas, liderados por ibn Ibad), sobrevivió y pervive en el norte y este de Africa, Siria y Omán.
A las tradiciones anteriores se agregó el “sufismo” como movimiento místico que tuvo su origen en el siglo VIII a objeto de llamar la atención sobre el valor de la vida interior del espíritu y la purificación moral. Su teología pone especial énfasis en las intensas relaciones personales entre el creyente y Allah en un proceso de ascensión espiritual. En este caso, el creyente expresa esta relación mediante práctica como la meditación, el baile y la recordación constante del nombre de Dios. Esta aspiración a la unión mística violaba el compromiso islámico ortodoxo con el monoteísmo. De esta forma, en el año 922 es ejecutado en Bagdad, al Halaj, tras haber manifestado su identidad con Allah. Luego, tras haberse intentado una síntesis entre el sufismo moderado y la ortodoxia, en el siglo XI, alGhazali logra introducir el sufismo en el ámbito de la ortodoxia.
Por otra parte, los califas fatimíes acentuaron a tal punto el papel del Imam, que llegaron a considerarse “signos fulgentes” de Allah. El califa al-Hakim fue aún más lejos en esta interpretación y se presentó como encarnación definitiva de la divinidad, dando con ello origen al “druismo”. Dejó crecer sus cabellos, vistió un hábito de lana y se mostró en público cabalgando en un asno. Los “drusos”, correspondiendo a un ismaelismo extremo, se mantienen independientes en el sur del Líbano, dividiéndose entre “espirituales” o iniciados en el misterio y “corporales” o profanos no iniciados (Jordania – Líbano).
Los “alawitas” son musulmanes shiitas (ya’farita). Se consideran descendientes de las tribus árabes que auxiliaron al Imam Ali, primo, yerno y sucesor del Profeta. Siguen la escuela de jurisprudencia “yafarita”, que no implica agregar contenidos sino reiterar y renovar el pacto con Allah y el Profeta. Afirman la unicidad de Allah, la justicia divina, la profecía, el imamato y la creencia en el más allá. Entienden los “alawitas” que, siendo Allah el creador de la totalidad de las cosas, su conocimiento debe ser el resultado de un conocimiento certero, no siendo válida la suposición y la ciega imitación. Proclama que Allah es justo y no admite opresores. El imamato es la jerarquía divina dispuesta por la sapiencia de Allah, a modo de continuación de la función de los profetas. Entendiendo que de las religiones divinas el Islam es la más completa, sostienen los “alawitas” que quien niegue las normas del Corán o aquellas categóricamente establecidas de la tradición, es incrédulo.
Los “nusairies” corresponden a los seguidores de ibn Nusair, residente en Siria a comienzos del siglo X, quien fundó un sistema religioso sincretista con elementos musulmanes, cristianos y paganos. Desarrolló el dogma de una trinidad divina, compuesta por el “Sentido”, el “Nombre” o “Velo” y la “Puerta”, e impulsó una liturgia para iniciados. Los “nusairies” toman nombres cristianos y celebran las fiestas de Navidad, Año Nuevo, Epifanía y Pentecostés, caso único entre los islamitas (Siria, Hafez-el-Assad). Otros grupos shiitas ismaelies son los “jodjas” (India, Aga Khan), los “fatimies” (Egipto) y los “series” (Persia).
A diferencia de los principales movimientos doctrinales y filosóficos medievales, los movimientos modernos se preocuparon de manera fundamental por las reformas sociales y morales. El primer movimiento de este tipo fue el “wahhabi”, llamado así por su fundador Muhammad Abd al Wahhabi (1703 - 1791), surgió en Arabia en el siglo XVII y se proyectó luego cual vasto movimiento musulmán sustentado en el régimen jurídico “hanbali”. A partir del rigorista Ibn Taymiyyah (m. 1328), el movimiento “wahhabi” pretendía reactivar el Islam purificándolo de influencias no islámicas, en particular de aquellas que comprometían el monoteísmo original. El “wahhabismo” es riguroso en cuanto respecto de las escrituras y al rechazo de cualquier connivencia con todo lo que no sea el Islam estricto; rechaza el método de razonamiento analógico, significando oponerse a que los ulemas realicen interpretaciones o generalizaciones que terminaran con el sentido literal del Corán. Sin más, postula la vuelta al Corán y a la tradición de los primeros tiempos del Islam.
xxx
Del Islam se escinde asimismo una forma después no reconocida como islámica. Se trata del movimiento de los “bahais” (ahmadies, babies). En 1841, un joven shiita iraní, Mirza Ali Muhammad, se autoproclama “bab” o “puerta a Dios” y asumió un rol mesiánico (reencarnación de Cristo y del Krishna hindú). A partir del discípulo Mirza Husain Ali Nuri, conocido como “Bahaullah”, los “bahais” desarrollaron una doctrina universalista y se declararon religión independiente del Islam, logrando influencia en Occidente (Estados Unidos).
Objetivamente el Islam es una religión que, en cuanto tal, sus principios fundamentales son asumidos de igual modo por todos los musulmanes del mundo. Sin embargo, su concreción es mediada por el factor étnico - cultural. Por tanto cabe distinguir la expresión cultural de un Islam árabe (semita), un Islam persa (indoario), un Islam turco (mongol) y un Islam negro (Africa).
En este mismo contexto, debe observarse que la estructura tribal del sistema social es subsistente. El sistema tribal se estructura en función de un orden nacional, un orden político - religioso (musulmán sunita o shiita), un orden étnico, un orden tribal, un orden de clan y un orden de familia. En términos ejemplares cabe consignar que el Presidente del Afganistán es Hamid Karzai, sujeto afgano (orden nacional), islámico sunita (orden político - religioso complejo, jurídico - teológico), pashtú (orden étnico), Durrani (orden tribal), Popolzai (orden de clan) y Karzai (orden familiar). Esta forma de estructuración social acredita la complejidad del sistema social y político musulmán.
En términos históricos cabe considerar que el influjo cultural islámico fue decisivo para el desarrollo de la civilización occidental. Específicamente los árabes fueron valientes guerreros, buenos comerciantes, grandes científicos e inteligentes gobernantes. Su grandeza radicó en asimilar la herencia de las civilizaciones antiguas y así fueron capaces de crear una cultura poderosa. Además, fueron audaces exploradores y abrieron los caminos hacia el Lejano Oriente. Los navegantes árabes cruzaban el Golfo de Persia, el Mar Rojo y el océano Indico, mucho antes que los navegantes europeos descubrieran las rutas del Atlántico. Aún precedido por persas, etíopes , javaneses, indios y chinos, fue el naviero musulmán Ahmad ibn Majid quien bordeó el Cabo de Buena Esperanza y siguió a lo largo de Africa Occidental hasta culminar su viaje en el Mediterráneo varias décadas antes de que Vasco de Gama alcanzara el mencionado Cabo. Además, el mismo viaje de Vasco de Gama fue guiado por un piloto musulmán. En el plano de la ciencia, los árabes realizaron progresos particularmente notables en los campos de la medicina, matemáticas, astronomía, química y física. En las ciudades se establecieron escuelas de medicina y hospitales donde se curaban enfermedades e incluso realizaban complicadas operaciones quirúrgicas. De hecho, Avicena compiló un canon de medicina que fue usado en Europa hasta el siglo XVII. Asimismo, los árabes establecieron los números hasta hoy en uso en Occidente e inventaron el álgebra.
xxx
El comercio en el mundo árabe alcanzó un alto desarrollo y reunió tres continentes: Europa, África y Asia. Innovaron en el comercio al usar los cheques y las letras de cambio, estableciendo términos comerciales como bazar, tráfico, tarifas, cheque y otras. Asimismo, la cultura islámica influyó en la arquitectura en general. Pero además sistematizó prácticas de canalización y riego, fomentó la agricultura con rotación de cultivos y abono e introdujo nuevos cultivos (arroz, caña de azúcar, algodón, etc.). Además, los árabes sintieron una alta estimación por las letras y las artes. En vista de que el Corán prohibía la representación de la figura humana, los artistas árabes desarrollaron complicadas figuras geométricas y crearon cuentos universales ("Las mil y una noches" y "La lámpara de Aladino”).
También el lenguaje, expresión fundamental de la cultura, esta profundamente influenciado por los aportes de la cultura árabe musulmana. El idioma castellano, que habla una parte vital de la población mundial, registra unos seis mil vocablos que expresan categorías árabes fundamentales. Imponiendo su impronta en todos los ámbitos de la actividad humana, éstas se proyectan en conceptos como aceituna, acelga, acequia, aduana, alacena, álamo, alameda, alazán, albacea, alguacil, alcalde, álgebra, azar, algodón, alhaja, aljibe, alpiste, albañil, alcázar, alcoba, alféizar, almenares, albóndiga, alfajor, alfarero, alfeñique, alfombra, almendra, algarabía, alférez, alforja, alcanfor, alambique, almacén, almohada, alumbre, alquitrán, arroz, arroyo, azahar, azafata, azafrán, azúcar, azucena, azufre, alpargata, ataúd, arroba, bazar, barro, berenjena, brasero, brocado, cántaro, carro, dársena, damasco, durazno, fanega, fonda, jamelgo, jarra, jazmín, jerga, jinete, mercado, noria, quinta, quintal, quilates, regar, resma, ronda, retama, sandia, safari, talabartero, taza, tonelada, tonel, zaga y zaguán, entre tantas otras. Es más, la voz “ojalá”, que en castellano habitualmente se expresa con sentido de esperanza, constituye una invocación al mismo Allah (oh – Allah).
xxx
Con todo, la filosofía árabe asumió el desafío de explicar racionalmente los problemas planteados por la religión islámica. La filosofía árabe se basó en los pensadores griegos, específicamente, en Aristóteles y el neoplatonismo. Un colegio de traductores fundado el año 832 por el califa de Bagdad, Almamún, pone en lengua árabe, entre muchos otros textos griegos, la obra completa de Aristóteles, alcanzando esta filosofía su apogeo en los siglos XI y XII.
De esta forma, en el siglo IX el filósofo al-Kindi intentó alinear los conceptos de la filosofía griega con las verdades reveladas del Islam, siendo influido por Aristóteles y el neoplatonismo, a los cuales sintetizó en un único sistema filosófico. En el siglo X, el filósofo turco al-Farabi fue el primer filósofo islámico en subordinar revelación y ley religiosa a la filosofía. Sostuvo que la verdad filosófica es idéntica en todo el mundo y que las muchas religiones existentes son expresiones simbólicas de una religión universal ideal. En el siglo XI, el filósofo y médico persa Avicena, logró la más sistemática integración del racionalismo griego y el pensamiento islámico, aunque fuera a costa de varios artículos de fe como la creencia en la inmortalidad personal y la creación del mundo. También sostuvo que la religión era filosofía, tan sólo expresada en un lenguaje metafórico atractivo para las masas, incapaces de captar las verdades filosóficas racionalmente formuladas. Estos conceptos provocaron ataques dirigidos contra Avicena y la filosofía en general por parte de los pensadores islámicos más ortodoxos. El teólogo al-Ghazali influyó con su libro “Destrucción de los filósofos”, incidiendo en el declive de la especulación racionalista en la comunidad islámica. Averroes, hispanoárabe del siglo XII, defendió los conceptos aristotélicos y platónicos contra al- Ghazali y se convirtió en el filósofo islámico más importante en la historia intelectual de Occidente gracias a su influencia en la escolástica. De esta forma, si Aristóteles es en aquella época agente de los progresos del pensamiento, es por intermedio de los árabes que Occidente recoge la filosofía y ciencia helénica, de las cuales no poseía todavía más que fragmentos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario